Viaje a Ejidos

Estoy de vuelta, lo que pasa es que la semana pasada me volvi a ir de misiones, esta vez, solamente para saludar y para avisar que íbamos en semana santa. Los ejidos a los que viajamos se distribuían en dos municipios. En Iturbide visitamos los ejidos Santa Inés, Madroño, la Luz, Camarones (donde dormimos la segunda noche) y Cuevas. En Arramberri fuimos a San José de Jilguero, Caballada y Milpillas; estos dos últimos fueron los que yo visite en Navidad del 2006, como lo pueden recordar.
Salimos de la Udem a las 8 p.m., ya que esperamos 1 hora a varios otros chavos que nunca llegaron, entonces decidimos irnos. Cuando vimos la camioneta que rentamos para el viaje, la verdad nos emocionamos mucho, porque era una Expedition Max 2007, con pantalla DVD, compartimiento para enfriar latas de refrescos, bocinas súper potentes, en fin, parecía nave espacial.
Al llegar a la cabecera en Iturbide, unos policías nos prestaron un salón de fiestas para dormir ahí. Hacia frió y por lógica, el piso estaba frió entonces no dormimos bien esa noche.
A la mañana siguiente, desayunamos en un restauran que estaba allí en la cabecera y partimos rumbo a los ejidos. Primero llegamos a Santa Inés, donde conocimos a un doñito llamado Fortino, con el cual platicamos muy bien y hasta bromeamos sobre los desechos de las cabritas, que por cierto parecian pasitas. Fortino estaba trabajando amamantando a las chivas con teteras, y se notaba un poco cansado. Nos contó que se levanto a las 5 am para ir a cortar leña para que su mujer pudiera prender la leña y hacer tortillas. Cuando llegamos nosotros, lo vimos trabajando muy duro así que decidí ayudarlo. Es muy difícil amamantar a las chivas, primero que nada debes de tener fuerza para sostenerlas y además poder poner la tetera. Esta gente vive de su trabajo, no recibe ningún salario, ellos cosechan su propia comida, consiguen su propia leche, consiguen sus frijoles y su fuego, no necesitan gas para prender la estufa, ni siquiera tienen estufa, y viven más agradecidos que nosotros. Nosotros nos quejamos de que nos tenemos que levantar a las 6:30 am, cuando ellos se levantan de muy buen humor a trabajar a las 5:00 am. ¿Quién debe aprender de quien?
Después de esa mañana, nos pasamos a Madroño, donde don Lupito apenas nos vio y, no importándole su vejez, bajo corriendo las escaleras para saludarnos. Yo no lo conocía, pero la verdad me lleno de ternura la cara de emoción que puso cuando nos vio llegar. Me di cuenta de que ellos nos quieren mucho, aun cuando no nos conocen y jamás nos han visto en su vida, nos entregan todo su amor y todo su cariño con tal de hacerles compañía.
Esa noche dormimos en Camarones, en el llamado “congelador”, ya que la escuelita donde dormimos estaba mas fría que afuera, ese día estábamos exhaustos de tanto viaje y yo acabe domido a las 8 p.m., cosa que no hacia desde que tenia 10 años. En fin, una larga noche, con mucho frío y la incomodidad del piso. A la mañana siguiente llegamos a Cuevas, donde le tomamos fotos a la capilla ya que les faltaban unos detalles para que la terminaran y partimos a donde yo quería llegar desde que empezó el viaje: Caballada.
Al llegar ahí no estaba don Martin ni doña Cuca, cosa que me dio mucha lastima porque yo quería saludarlos. A los que si me encontré después de una platica con don Arturo sobre una plaga, fueron a Tito y a Jonatan, los niños que me pusieron el apodo de comandante, claro que me puse a jugar con ellos y los salude y me despedí y así. A ellos los considero mis hermanos que viven lejos y los veo de vez en cuando, los quiero mucho.
Después de eso fuimos a dormir a Milpillas, el otro ejido a donde yo había ido en Navidad del 2006 y vi a mis dos hermanitas, Dany e Ingrid, dos niñas que viven ahí y a las que también quiero mucho; me puse a pelar mazorcas para alimentar a los caballos y a las chivas, el punto era estar con ellas. Al dia siguiente nos fuimos de regreso a Monterrey, dentro de la nave espacial que rentamos, aquí me tienen escribiendo este libro.